"Conozco el hambre, la he experimentado. Esa hambre está en mí. No puedo olvidarla. Enciende una intensa luz que me impide olvidar mi infancia. De no ser por esa hambre, a buen seguro habría echado en el olvido aquellos tiempos, aquellos años tan largos, en los que faltaba de todo. Ser feliz es no tener que recordar. ¿Fui infeliz? No lo sé." Jean-Marie-Gustave Le Clézio Ritournelle de la faim (publicado en español como La música del hambre).
Si bien mi infancia no fue la de la abundancia, tampoco viví en ese mar de privación absoluta característica de los años de guerra y posguerra europea. No obstante, he visto el hambre muy de cerca; de una manera vergonzosa. Recién ingresada a hacer mi servicio social, aún estudiante universitaria, me tocó ir a uno de los municipios urbanos más pobres de la zona centro de México y lo que ahí me tocó ver, en algo debió parecerse a lo que Le Clézio vivió en la Francia recién desocupada, cuando los niños corrían por las carreteras junto a los camiones del ejercito estadounidense extendiendo las manos para "cachar" las barras de chocolates o los chicles que los solados yanquis les lanzaban. Calles polvorosas, casuchas con láminas de cartón y ventanas cubiertas con plásticos; la pobreza sin el menor atenuante, ni recubrimientos de celofán para engañar al visitante. Un paisaje gris en más de un sentido y sin visible salida hacia la luz. Y en medio de ese triste y deprimente panorama, destacaban los niños; un montón de niños apenas vestidos y la mayoría descalzos, jugando y chapoteando en las lodosas calles. Niños que no aparentaban más de seis años, aunque quizá fuesen mayores pero a causa de la desnutrición su complexión física resultaba engañosa. Y esos niños jugaban ahí, en medio de los desechos... con desechos de juguetes, que bien podrían ser producto de sus incursiones en los basureros municipales. Jugaban y reían, en medio de la miseria que los rodeaba.
Y nosotros como intrusos, sin hacer nada; unos, solo observando cohibidos y avergonzados; otros, haciendo preguntas de formulario a algún funcionario municipal y obteniendo como respuesta los mismos discursos huecos de siempre, donde se hablaba del rescate de esa zona y se dibujaba un futuro promisorio para sus habitantes. Mientras yo, que debí nacer con el escepticismo en las venas, me limitaba a escuchar al sindico municipal cuyo desbordante entusiasmo a la hora de describir sus planes sociales, semejaba a las proclamas de un político en pos del voto ciudadano. Lo escuchaba, mientras miraba a esos niños famélicos divertirse con los restos de juguetes... ajenos a ese mundo de desolación.
Recuerdo aquella visita y siento como si caminara por esas calles mal trazadas, con los ojos descomunalmente abiertos debido a la fuerte impresión que me causaba todo lo que veía y sin embargo, ni en ese entonces ni hoy, podría haber emulado a los soldados yanquis repartiendo dulces y chocolates a los niños famélicos. Tengo un serio problema con las practicas caritativas; no sé porque, pero me hacen sentir mal conmigo misma. Primero, porque no dejan de ser una mera limosna y segundo, aquí está lo peor, porque siento que su verdadero objetivo no es la ayuda al más necesitado, sino la ayuda a mi misma; como si con esa dádiva lo que buscase en realidad, fuera aminorar un sentimiento que me es inevitable, por más oculto que trate de mantenerlo: la culpa, la vergüenza que siento por formar parte de un sistema y una sociedad obscenamente desiguales e inequitativos... Y no sé que sea peor, si sentirme mal por regalar mi ropa vieja, o sentirme mal cuando me niego a participar en esas colectas que organizan las señoras ricas, quienes en sus ratos libres se dedican a la cariad...
24 comentarios:
supongo que como en todo debe haber paralelismos, ambivalencias... lo negro.. lo blanco, la vida no es justa, hay mucha desigualdad igual te parecerá una tontería lo que digo pero, ¿porque no hacer algo?... y no necesariamente emulas a nadie estadounidense repartiendo barras de chocolate mirando por el lado del hombro ni dando limosnas simplemente es retribuir un poco con la suerte que nos tocó y a veces con cosas simples como lo puede ser una barra de chocolate hay quién aprecia lo que das de corazón sin pensar en la etiqueta que estas dando una limosna y te lo agradece como si le brindaras un tesoro.
a veces siendo niños no podemos percatarnos de la realidad que nos rodea a punta de madrazos o promesas vagas en ciertas circunstancias te vas dando cuenta, pero tener ilusión, disfrutar un trozo dulce, saber que la vida es puede ser... un tanto tranquila por una etapa y que después habrá que salir del atolladero y tener garras, mientras tanto ¿porque no hacer algo por alguien?
besos
Jolie
Querida, no digo que no haya que hacer nada, por supuesto que no. Siempre que puedo, cuando ocurren esos terribles desastres naturales, invariablemente compramos despensa, agua embotellada y los llevamos al centro de acopio; eso es lo poco que podemos hacer. Y quizá en este tipo de circunstancias no me sienta nada mal. Mi malestar se refiere al otro tipo de ayuda; a esa que funciona como mero paliativo para la pobreza crónica. No sé la razón, pero cuando doy alguna ayudita, no puedo evitar sentirme como en esa viejisima película de Benito Alazraki, "Fe, esperanza y caridad"; tres segmentos que dibujan muy bien los consubstanciales fanatismo, ignorancia y clasicismo del mexicano. La señora rica de "Caridad", va cada semana a una ciudad perdida -no muy diferente de la que me tocó visitar siendo estudiante- y sin salir de su lujoso auto, reparte monedas a los niños y mujeres que corren a su paso... tal como la escena que recuerda Le Clézio. Nunca olvidaré la sensación que me produjo esa película vista hace tantos años y siempre que doy alguna ayuda material, vuelve a mí esa imagen.
Tu disculparás mis traumas
Besos
Mi Gran Señora
A veces sucede que cuando usted comenta sobre un libro en particular, me siento “cucarachita” pues cuando no lo he leído, siento que mis comentarios son inmerecidos para el contexto de su publicación. Sin embargo ESTEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE lo estoy leyendo!!!!!!!!!!!!!!
Lo compre el miércoles pasado y de hecho, Ethel y Xenia y esas reiteradas cenas donde se nombran cada vez el nombre de Hitler, fue lo que dio origen a mi último Post; obviamente guardando todas las proporciones del caso.
Tu relato perfectamente bien logrado, me ha hecho pensar en tres cosas:
1) La Pobreza de nuestros pueblos es algo inherente a estos procesos de desarrollo que viven nuestras jóvenes civilizaciones. Por tanto podría uno especular que todos los intentos de caridad son paliativos efímeros, al real problema: La ignorancia.
2) Estas reflexiones siempre nos llevan a querer preguntarnos: yo, ¿Qué puedo hacer?. La respuesta pareciera estúpida, pero son las generaciones crecientes sobre las cuales hay que trabajar en pro de una mejor educación, más justa, más global y más honesta; nosotros, ja, nosotros ya estamos perdidos.
3) Espero no me mal interpretes al invitarte a unos premios, vestida de Carolina Herrera del brazo del suscrito el cual ostentara un llamativo Jean Paul Gautier. Si quieres no vamos y desgarramos nuestras vestiduras, pero no creo que ayudemos mucho al cambio en las estructuras sociales.
Un abrazo mi más querida y respetada Dama
suyo,
Potter
Mi querido Potter
De ninguna manera se trata de rasgarnos las vestiduras corazón; no creo estar haciéndolo en mi texto; espero no estar equivocada. Ya te contestaré largo, pero de entrada te digo que es justo lo mismo que pienso: mientras no trabajemos desde la base, mientras no proveamos de una educación más realista, justa y equitativa a nuestras nuevas generaciones; nada cambiará, por más teletones y faramallas similares que monten las televisoras y las asociaciones civiles, el origen del mal seguirá ahí y solo será como poner cataplasmas al cáncer.
Y de lo otro. NO; no te salvas de llevarme a la entrega de premios. Solo una pregunta ¿por que yo tengo que ir vestida de Carolina Herrera, tan sobria ella, mientras tu vas ataviado por el enfant terrible de la moda, eh? Jean Paul Gautier me parece tan desbocado, su moda destila pasión... así como tu.
Un abrazo
En lo absoluto mi marichuy, no hay nada que disculpar... mejor habrian que disculparse todas esas personas que describes que a bien entre tantas cosas que tienen no saben lo que tienen, no saben valorar estan tan vacios que seguramente tendran que hacer acopio de algo que los salve y por eso tienen que lavar sus culpas y sus propias carencias llenas de oropel
abrazos sinceros
Ayer me dijeron (recordaron) que para poder "despegar" (de nuevo), hay que tocar fondo... la neta, no me gustaría llegar por ahí; por eso no me canso de dar gracias por lo que hay (en muchos sentidos) y no andar qujándome de lo que carezco.
P.S.- Gran, gran, gran pensamiento el tuyo relacioando con las prácticas caritativas... tus letras siguen complementando este especial fin de semana. Gracias.
Yo tampoco soy de esos que andan dando limosnas... Mejor hay que darles una probadita del "árbol del bien y del mal", para que se les quite la "inocencia" ( por no decir pendejez) y dejen de creerle al "establishment" todo lo que les dicen en las taranovelas y el fútbol...
Jolie
Ya no sé quien deba disculparse; en serio que no lo sé.
Besos
Exenio
Pues mira, no sé si sea un gran pensamiento; solo lo que yo creo.
Abraxas
Será que aún haya quien piense que el acceso al conocimiento, la apertura a nuevos horizontes, es algo nocivo?
Saludos
Siéntase mal por lo primero, que lo segundo es un mérito. Una diferencia posible entre el hambre de la guerra y el de los márgenes de nuestros países, es que la guerra es coyuntural y permite la esperanza. Lo nuestro es más grave, porque en el fondo sabemos que debemos convivir con eso sin esperanzas de cambio ni siquiera mediato.
Saludos, Marichuy!
Romanos dicho "Paupertas artis omnis perdocet", la pobreza enseña todas las artes.
Ojaral
El caso de la Guerra es distinto como bien dice. Es un poco el caso de los desatres causados pro fenómenos naturales extremos.
Gracias, creo que pensamos lo mismo.
Saludos
Signore Romano
Me parece que la pobreza enseña más a quien la padece que a quien solo se limita mirarla de reojo.
Saludos
Querida Marichuy, en lugar de ser sindico deberían de llamarlos sinicos, no hay palabras para describir el hambre de los niños,recuerdo hace poco el señor BB casi mi mata por tirar un poco de comida que sobro, él es hijo de la posguerra, el sabe lo que es el hambre.
Te dejo de recuerdo un post que escribió Menospausas hace tiempo para el Blog, nos han llegado sugerencias de como ayudar, bueno siempre podemos hacer algo sin rasgarnos las vestiduras:
El semáforo rojo, niños en situación de calle
Alguna que otra vez, cuando el semáforo se pone en rojo, me encuentro en una gran avenida y veo a niños, niños vestidos de algo parecido a un payaso triste y enfermo, niños lanzando piedras como malabaristas, a otros niños tratando de lavar las ventas de los autos parados ante ese semáforo en rojo.
Ese semáforo en rojo que nos hace estar en guardia para arrancar en cuanto se ponga el verde, este semáforo que puede tardar tanto, tanto así como la vida de esos niños vestidos de payasos tristes.
Hay días en que mi vergüenza por esta situación llega al enojo, y me da pena el mundo en el que vivo y me veo a mi misma dándome pena e impotencia. Subo la ventana de mi puerta y trato de ponerme a cantar la canción que escucho en ese momento, trato de escapar de una realidad que es nuestra, pero que vemos tan lejana.
En ocasiones esa pena se convierte en miedo, sí, en miedo a esos niños que tratan de sobrevivir, esos niños que tal vez no tengan donde pasar la noche, esos niños que tal vez estén manejados por los que un día ya estuvieron parados en esa misma esquina, y me asalta el miedo que no sean buenas personas. Que sean sebo para robar, que sean solo niños que marquen mi auto y en el próximo semáforo en rojo me asalten.
Otros días, les doy unos cuantos pesos, sin dejar que laven el cristal de mi auto, y otros muero de terror al pensar en esas piedras cayendo sobre mi auto. Pero cuando arranco y los veo correr a otro semáforo en rojo, para repetir su misma rutina, veo la misma cara que yo puse o el mismo gesto de subir la ventana de otro conductor. Me dio una temporada por traer galletas mata conciencias en mi auto, cada que me tocaba un niño el cristal, yo bajaba el vidrio y le daba una galleta mata conciencias, la cara del niño del semáforo en rojo, era de recordarme a mis antepasados, y yo seguía mi camino, sintiéndome aún en el semáforo en rojo
Pero ante ese semáforo en rojo, no solo está un niño vestido de payaso, esta un niño en situación de calle y mi pregunta siempre es la misma, que pasará con él cuando sea grande, y se convierta en un adulto, un adulto que ya no podrá vestirse de payaso para causar pena, ese hombre adulto que no tuvo las oportunidades que yo tuve de estudiar, de comer calientito todos los días, que no durmió en una cama caliente todas las noches de su infancia, que no tuvo infancia sino infamia. Me preocupo siempre pensando en esto, que harán esos niños, si es que llegan a sobrevivir a ese semáforo en rojo, se convertirán en padres de familia, se harán de la noche a la mañana hombres con un trabajo estable, podrán mantener a su familia. No, para que me hago la tonta, no llegarán a eso, tal vez haya casos extraordinarios pero la mayoría quedara en el camino.
Esos niños cuando crezcan, serán los que controlen otra esquina con semáforos en rojo, ellos vivirán de otros niños. Otros tal vez acaben merodeando la basura o lavando coches y seguirán comprando cemento para drogarse, otros muchos otros estarán robando, secuestrando o en la cárcel, sin saber leer ni escribir, sin una esperanza de vida, sin ayuda médica, vivirán siempre pensando en ese semáforo rojo, que no les dio la oportunidad de tener el mínimo sentido a una vida.
Mientras tanto políticos, y ciudadanos no hacemos nada, dejamos el semáforo en rojo y seguimos cantando la canción que vamos escuchando para huir de esa realidad que no espanta, pero que no queremos reconocer como nuestra.
Me doy pena, mucha pena, porque no me uno a una asociación de víctimas de niños en situación de calle, porque no averiguo si las hay y sin funcionan, porque no se me quita este maldito miedo y bajo la ventana para preguntarle, al niño del semáforo en rojo: ¿te puedo ayudar en algo, además de darte diez pesos?
Saludos, tema muy complicado para empezar la semana
Un abrazo solidario para esos niños que día a día sufren hambre.
Dilbertina
Mira, yo estoy totalmente de acuerdo contigo cuando dices que una práctica caritativa es ayudarse a uno mismo antes que a otro... pero Mari, finalmente, toda relación es eso, todo contacto con el mundo, es recibir y dar y al revés
ahora, lo importante del proceso es darte cuenta de las verdaderas carencias de los dos lados y de los veraderos valores que nunca son los que te llevaron a eso
la ayuda unilateral no existe, no creo que haya nada malo en ayudar a alguien incluso con la intención casi cínica de ayudarte a ti mismo de alguna manera
lo que pase después de que hagas algo por alguien ya no es tu asunto, no podemos tomar responsabilidad por la vida como tampoco podremos solucionar gran cosa con nuestra obra
sin embargo el punto es formar parte
digo, bueno, es un pensamiento... yo hice trabajo voluntario (serio) por años y me dio una perspectiva un poco amplia
digo, hambre tenemos todos, de alguna ayuda necesitamos siempre.
Besotes.
Querida Dilbertina
Fíjate que este post del hambre lo escribí porque empecé a leer el libro de Le Clézio (qué bien escribe este hombre¡!) y el párrafo con el que abre, ese que puse a manera de cita, me hizo recordar aquella incursión en esa ciudad perdida del Estado de México.
No me gusta la caridad, al menos no como se plantea usualmente.
Eso no quita que uno deba buscar ayudar; pero la caridad y la limosna, me hacen sentir fatal.
Un abrazo
Mau
Creo que hablamos de dos enfoques diferentes, querido. Uno, el que tu comentas, es la ayuda desinteresada, como una ONG, el participar en grupos de alfabetización, etc. Y este es muy, pero muy diferente, a la caridad otra de la que yo hablo; esa que busca aliviar conciencias dando unas monedas de limosna. El problema es de fondo, muy de fondo. Por ello, pienso que los paliativos caritativos (por no hablar de esa hipocresía llamada Teletón, cuyo verdadero fin es la deducción de impuestos y el lavado de la impresentable cara de Televisa), únicamente sirven para esconder bajo el tapete la vergüenza de la desigualdad e inequidad.
Besos
-- querida marishy, hay dos tipos de racismo, el desprecio virulento que sienten algunas personas por los menos afortunados, y los otros que sienten lastima por los mas necesitados, los dos en aparentes sentidos opuestos pero igual de racistas en la medida que piensan que una persona pobre no puede salir de su situacion. Regalar dinero o cosas no ayuda en nada sino en tratando de cambiar de una u otra forma esta sociedad inequitativa, pero ahi estamos entrando en el campo asqueroso de la politica, hay otros medios y es concientizando a todos de buscar cambios cotidianos en nuestra sociedad, creo que esa es tu intencion, buen intento marishuy, un abrazo
Querido jota-pe
Así es, intentar reparar la inequidad y desigualdad social que aquejan a nuestra sociedad, entra en el asqueroso mundo de la política.
Un abrazo
La descripción exacta del sentimiento de la limosna la acabas de proporcionar. Si queremos ayudar de veras hay otras formas; unas dádivas regaladitas no sirven para nada, más que para paliar muy levemente y muy transitoriamente problemas que requieren de soluciones reales. Yo viví toda mi infancia en uno de los municipios urbano-rurales de la sierra norte de Puebla, y ahí se nota el contraste brutal entre las zonas urbanas desarrolladas y la marginación total de las zonas rurales. No te sientas mal por no participar en las colectas de las señoras-inútiles-con-camionetota; ellas ni siquiera saben de que les estás hablando.
Es un tema muy difícil de tratar. Las opiniones son muy diferentes y además jamás nadie va a quedar conforme.
Creo que lo mejor es hacer, lo que sea, donaciones, cooperar, etc. pero hacer; y no permanecer con los brazos cruzados criticando lo que hacen los demás. Aquí no va el laisser paser.
Gracias por el comentario, sos muy amorosa.
BESOTES
Kyuuketsuki
Yo no viví, pero si nací en un lugar como el que mencionas y tienes razón, los contrastes son brutales. Qué difícil tema. Y más complicado aún, hacer lo correcto y lograr que los beneficios vayan más allá de lo cosmético.
Saludos y gracias
Stanley
En eso no hay la menor duda: no se trata de quedarse de brazos cruzados y sí, de trabajar desde la raíz del problema.
Un beso y gracias a ti
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