noviembre 20, 2012

que cese la ocupación y habrá paz


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Por Irene Selser

Cuando el 20 de mayo de 2011 el presidente Obama proyectó en un importante discurso la nueva visión de EU para resolver los problemas en Oriente Medio, en primer lugar el conflicto israelí-palestino, habló de convertir "las fronteras de 1967 en la base de las negociaciones" para crear un Estado palestino —prometido por la ONU desde 1948— junto a las tierras que por derecho ancestral también le corresponden al pueblo judío. Un importante giro de la Casa Blanca, que en 2004 se había comprometido con George W. Bush a permitir al establishment de Israel mantener sus nuevas colonias en los territorios palestinos ocupados en 1967 en Cisjordania y Jerusalén Este tras la Guerra de los Seis Días, como parte de cualquier ulterior acuerdo de paz.

Volver a esas fronteras, que ya no existen por la incesante ocupación, supone como requisito que el establishment israelí abandone su vocación expansionista la cual ha determinado desde hace 64 años el carácter del conflicto.

Volvemos a insistir, como lo hacemos cada vez que debemos abordar este tema tan doloroso y álgido, que atraviesa tantos planos, registros y sensibilidades, que es posible ser judío y a la vez repudiar, no la existencia del Estado laico de Israel porque los israelíes, religiosos o laicos, tienen derecho a existir en paz en su propio Estado, sino las políticas expansionistas del establishment israelí —cómo se pueden repudiar las políticas pro bélicas o antinmigrantes del Partido Republicano en EU sin por ello estar "contra el pueblo norteamericano"— que ha hecho del legítimo Estado de Israel un sinónimo de maquinaria de exterminio del pueblo palestino, que ha tenido en él su propia Shoah.

Es probable que la embajada de Israel en México me hará saber su rechazo a estas líneas por los conductos habituales, a los cuales siempre he respondido con el mismo respeto con que he sido tratada de su parte. No es nada personal entre la embajada y esta columnista, ambos lo sabemos.

Tampoco es un asunto religioso ni "antisemita". Es un problema político, pero también humanitario y ético, que conmueve lo mismo a mi hija mayor —que ayer me volvió a cuestionar por qué nadie detiene el exterminio palestino— que a la mayoría de los pueblos que integran la ONU y que abrumadoramente han expresado su apoyo, una y otra vez desde el 22 de noviembre de 1967, a la Resolución 242 de ese año, la misma que retomó en 2011 Obama y que plantea con todas las palabras el fin de la colonización israelí. **

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