marzo 31, 2011

los bárbaros. ensayo sobre la mutación.


La inútil resistencia
Apocalipsis de las punto com dejó un paisaje de desolación y zozobra en muchos jóvenes emprendedores

Por Guillermo Vega Zaragoza

Ciudad de México  (18 mayo 2008).-  1.0 En Los bárbaros. Ensayo sobre la mutación (Anagrama, 2008), Alessandro Baricco, enfundado en su chamarra de cuero para desempeñar el gustado papel de crítico cooltural que le queda tan bien, nos muestra un retrato detallado del "monstruo"; de esa nueva especie que "tiene branquias detrás de las orejas y que ha decidido vivir bajo el agua", de esos seres extraños que pueden respirar donde otros (generalmente mayores de 40 años) se ahogan; de esas hordas que aterrorizan tanto a personas como Andrew Keen; de esos "comentaristas de sí mismos, aficionados y con frecuencia analfabetos"; de esos "individuos sin un prestigio establecido que escriben descripciones de complejos fenómenos históricos, culturales y científicos, así como biografías de prominentes individuos"; de esa "nueva clase de narcisistas" que están "matando nuestra cultura" a través de Internet.
(Qué fuerte suena esto último, pero ¿es cierto?).

2.0 Comprendo a Keen. Yo era como él. Fui un ferviente seguidor de la nueva fe de La Red de Redes, de esa religión que creyó en un Mesías que a la hora de la hora resultó ser en realidad el Anticristo (¿sabían que si le asignan un valor numérico a las letras del nombre completo de Bill Gates y las suman, les dará como resultado 666? De veras, lo sé porque un día me llegó una cadena de correo electrónico que lo demostraba). El Apocalipsis de las punto com dejó un paisaje de desolación y zozobra, con muchos jóvenes emprendedores desamparados, que soñaban con ser multimillonarios gracias al cáliz maldito de Internet y de repente vieron sus sueños desvanecerse en el aire con sólo un clic. Y eso duele.

3.0 Lo recuerdo muy bien. Era 1993. Daba clase de periodismo en la UNAM. Les platiqué a los alumnos que en Estados Unidos existía una cosa que se llamaba Internet, una poderosa red de comunicación que iba a revolucionar la forma de aprender, de hacer negocios y, desde luego, de hacer periodismo. Mi entusiasta perorata la paró en seco una alumna menuda, que levantó la mano y ni siquiera esperó a que le diera la palabra: "Todo lo que dice está muy bien, pero ¿de qué nos sirve saberlo si aquí en México no tenemos nada de eso?". Eso fue hace 15 años.

4.0 Pero la cosa cambió radicalmente un tiempo después. Al iniciar el semestre preguntaba quién tenía cuenta de correo electrónico. La primera vez la proporción fue de 30-70 (30 que sí, 70 que no). Al semestre siguiente se equilibró 50-50, pero al inicio del siguiente (es decir, un año exacto después) la proporción fue de 99-1. En 1998, tan sólo un despistado no tenía cuenta de correo electrónico. Hoy, cualquier persona que no tenga idea de lo que es un e-mail es visto con sospecha y considerado un excéntrico, un mentiroso, un esnob, o algo peor: un radical antitecnológico.

5.0 Baricco nos muestra una fotografía algo desenfocada del "animal". Es lógico que esté desenfocada. Se encuentra en rápido movimiento, no se sabe aún a dónde se dirige ni a dónde nos llevará, pero lo cierto es que se mueve tan rápidamente que apenas alcanzamos a distinguir una ráfaga y unos cuantos rasgos de su comportamiento: le encantan las innovaciones tecnológicas; le encanta comprar y estar a la moda en todo; le encanta lo espectacular, lo llamativo, lo vistoso; sus valores supremos son la simplificación, la superficialidad, la velocidad, la medianía; sólo entiende lo que se acomoda a su forma de ver el mundo (que generalmente cabe en una pantalla de computadora o de televisión); lo único que le hace sentido es que las experiencias siempre estén en relación con algo más; no tiene sentido del respeto para el pasado, ni para lo elevado, lo culto, lo espiritual, ni lo noble. Todo lo que toca lo transforma, lo simplifica, lo manosea y lo utiliza para sus propios fines.

6.0 Los bárbaros son como esos invitados maleducados que de inmediato se meten a la cocina, abren el refrigerador y se arman un sándwich gigante con lo primero que encuentran y lo mezclan sin importar mucho si las cosas combinan o no. Lo que quieren es saciar el hambre, no armar un banquete.

7.0 Baricco ejemplifica con la cultura del vino y con el futbol, como campos tomados y ocupados por los bárbaros. Y ya llegaron a la cultura del libro. Sólo les faltaba la punta del ariete para derribar de una vez por todas la fortaleza y saquearla completamente. Cuando Baricco escribió su libro aún no aparecía, pero ahora es una realidad. Se llama Kindle y es el equivalente al iPod en el mundo del libro. Es un adminículo donde se puede leer, almacenar y comprar en tiempo real casi cualquier libro. Es sólo cuestión de tiempo que a la industria del libro (desde escritores hasta libreros) les suceda, si no entienden el sentido de los cambios y utilizan la imaginación, lo mismo que a la industria discográfica: una tierra desolada donde no se respeta nada ni a nadie, donde las disqueras y las tiendas de discos han sido desterradas, y los artistas han tenido que asumir las nuevas reglas o tratar de establecer otras. Ahí están los casos de los grupos Radiohead y Nine Inch Nails. El primero puso a disposición del público un nuevo disco desde su sitio de Internet y se podía pagar por él lo que se quisiera o considerara conveniente, o simplemente no pagar nada. El segundo, antes de que su nuevo disco circulara por las redes P2P (si no saben qué significa esto, evidentemente no son bárbaros y lo recomendable es que consulten el artículo correspondiente de la Wikipedia para enterarse), ellos mismos lo pusieron en circulación ahí, sin intervención de alguna disquera.
(Por cierto, el Kindle sólo se puede comprar en Amazon.com... por ahora).

8.0 Para los bárbaros más jóvenes, esa veneración casi fetichista por el disco o por el libro no les hace mucho sentido. Una vez, una alumna de primer semestre llegó al mostrador de la biblioteca de una costosa universidad privada y dijo: "Quiero rentar el libro fulano". El bibliotecario le explicó, escandalizado, que aquello no era un local de renta de videos, que los libros de las bibliotecas se otorgan en préstamo y que no tenía ningún costo adicional. La niña sonrió entusiasmada, mostró su credencial, le sellaron el libro y se fue. Por lo demás, los pasillos y cubículos de lectura de la bien nutrida biblioteca siempre estaban vacíos. Todos los alumnos se apiñaban en la sala de computadoras.

9.0 Resulta sintomático que, cuando está sucediendo todo esto, en la nueva Ley de Fomento a la Lectura y el Libro, recién aprobada por el Congreso, no se haga ninguna mención a los libros digitales ni a Internet. Es un poco como legislar para que se promueva sólo la construcción de nuevas pirámides de Teotihuacán. ¿Han observado a un joven bárbaro de 15 años cuando va a una librería? Se siente perdido en ese laberinto de pasillos y volúmenes apilados, y lo único que quiere es un empleado que le busque el libro que necesita (generalmente porque se lo pidieron en la escuela) y salir corriendo de ahí lo más pronto posible.

10.0 Pero Baricco, contrariamente a Andrew Keen, es un optimista y convencido de las bondades de la incursión de los bárbaros en "nuestra cultura", quienes, sí, están transformándola. Así ha sido siempre y así seguirá siendo. Resistance is futile, como dirían los personajes de Viaje a las estrellas.

(Por cierto, ¿sabían que cuando se estrenó la Novena Sinfonía de Beethoven el 7 de mayo de 1824, la gran mayoría de los asistentes al concierto en Viena salieron pitando, aburridos, y que un año después un prestigiado crítico musical inglés escribió esto cuando logró escuchar, por fin, El himno a la alegría: "Elegancia, pureza y medida, que eran los principios de nuestro arte, se han ido rindiendo gradualmente al nuevo estilo, frívolo y afectado, que estos tiempos, de talento superficial, han adoptado.

Cerebros que, por educación y por costumbre, no consiguen pensar en otra cosa que no sean los trajes, la moda, el chismorreo, la lectura de novelas y la disipación moral; a los que les cuesta un gran esfuerzo sentir los placeres, más elaborados y menos febriles, de la ciencia y del arte. Beethoven escribe para esos cerebros, y parece que tiene cierto éxito si he de hacer caso a los elogios que, por todas partes, veo brotar respecto a este último trabajo suyo". Igualito que las modernas quejas de Keen, sólo que 184 años antes).

Los bárbaros de hoy serán los consagrados de mañana, dice Baricco. Y más vale empezar a aprender a nadar si no quieren ahogarse. Y perder el asco de cofraternizar con esos "monstruos" que son los artistas y escritores de hoy y del futuro, no se sabe aún si buenos o malos, pero sí, de seguro, diferentes.

Ensayista y crítico www.ombloguismo.blogspot.com/

Texto publicado en Mural el 18 de mayo de  2008.

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4 comentarios:

Anónimo dijo...

me he preguntado ultimamente si será necesario prescindir del internet en casa... pero para eso debe ser necesario someterlo a votación familiar... y me he contestado las mismas veces que seria una propuesta inutil...
abrazos Marichuy
=)

Aurore Dupin dijo...

Los bárbaros son "silvestres". Lejos de la visión catastrofista del fin de los libros devorados por el gran Kukulcán en el 2012, las herramientas han -diversificado, ampliado y mejorado- (cántese como jingle) el acceso a la información. Gracias a internet podemos apreciar textos incunables, de tiraje limitado, etc. Existen tuits con más carga satírica y crítica que muchos mamotretos impresos impresentables. Así como Alberto Manguel señala a los ingenuos que creen que lo impreso siempre es verídico, sucede con los conspiranoicos que sólo se nutren de los sitios de internet "no vendidos al sistema" judeomasónicocomunistailluminati. La herramienta allí está, pero depende del seso del operador explotarla al máximo.

marichuy dijo...

Ana

Como en todo, el resultado dependerá de quien navegue y de los sitios en donde lo haga. Para bien y para mal, el Internet se nos ha vuelto necesario.

Abrazo

marichuy dijo...

"La herramienta allí está, pero depende del seso del operador explotarla al máximo."

Aurore

Tu última frase es, tal cual, el quid de este asunto Ni más ni menos