marzo 21, 2011

la adolescente que quise ser

Pierre Pellegrini, Great Peace I

Sábado, 25 de agosto [Saint-Tropez, 1962]
Por un instante, en la playa, se me presentó la vieja imagen de la adolescente que quise ser: una muchacha de rostro fino y noble, bella tal vez pero de una manera sobria, que lleva por la playa soleada su cuerpo menudo y armonioso, un poco ambiguo sexualmente, pero no demasiado y en todo caso sería una ambigüedad provocada por lo juvenil de ese cuerpo y no por un conflicto sexual. Entonces respiré dichosa —un minuto—: me vi limpia, tranquila, sin preocupaciones poéticas ni económicas, sin este sentir trágico y humorístico que me hace ser, entre los otros, un personaje genial o un horror erguido en dos piernas nada fácil de aguantar. Creo que mi aspecto físico es una de las razones por las que escribo: tal vez me creo fea y por ello mismo eximida del exiguo rol que toda muchacha soltera debe jugar antes de alcanzar un lugar en el mundo, un marido, una casa, hijos. Pero a veces, mirándome bien, veo lúcidamente que no soy nada fea y que mi cuerpo, aunque no intachable, es muy bello. Pero yo amo tanto la belleza que cualquier aproximación a ella, en tanto no sea su consumación perfecta, me enerva. Y que mi rostro sea interesante no me consuela. Además me molesta mi carencia de edad visible: a veces me dan catorce años y a veces diez años más que la edad que tengo, lo que me angustia mucho no por miedo a la vejez ni a la muerte (las llamo a gritos) sino porque sé que necesito de un cuerpo adolescente para que mi mentalidad infantil no sienta la penosa impresión de ser una niña perdida dentro de un cuerpo maduro y ya afligido por el tiempo. Por eso mi perpetuo régimen alimenticio y mi forzada resistencia al alcohol —sé perfectamente que si no me suicido pronto, me daré a la bebida.

Pero debiera, por una vez, ser más accesible y, digamos, "normal": estoy en Saint-Tropez, es decir a 3 km de Saint-Tropez. En vez de quedarme encerrada en la pieza debiera ir a visitar el pueblo, conocer las viejas callecitas, mirar la gente. En mí, volver de un sitio sin haberlo visto es un motivo de orgullo. Decir "no" en vez de "sí" me emociona. Hoy, conversando (sin mucha facilidad) con [m.l.] me dijo a propósito de alguien: "Tiene algo que admiro profundamente: un interés por todas las cosas, un vivir a fondo todo lo que le sucede". Sentí angustia en ese instante: Soy todo lo contrario. Y ahora que lo escribo mi angustia aumenta porque siento que soy nada, que nada hice, que nada haré y que la literatura es la pobre excusa que doy y que me doy para poder quedarme encerrada en una pieza llena de libros y papeles, en un desorden muy intelectual.

No obstante, cuando leo y escribo con ganas, mi vida no me parece pobre. Todo lo contrario. Lo que me hace sentir pobre e idiota es compartir el ritmo de la llamada "gente normal", como ahora, por ejemplo, en que los otros nadan, navegan, toman sol, hablan de cosas intrascendentes, comen y beben a gusto... Otra cosa que me dolió fue encontrarme ayer con Marguerite Duras, feliz con sus cuatro baños diarios en el mar, hablándome de sus amigos, de su hijo, de su perro, de comida, de autos sport, y todo comentado sin angustia, sin frases definitivas, sin literatura, como lo hace alguien que pertenece a este mundo y participa plenamente de él. Y yo siempre tan lejana, tan al borde del abismo, sintiendo un dolor agudo cuando me baño en el mar, sufriendo bajo los rayos del sol, sintiendo con todas mis fuerzas que no puedo vivir, que estoy tensa y deshecha, un despojo humano, una depresiva ni siquiera maníaca pero inapta para todo.

Vida frágil, absurda, cómica, triste. Hagas lo que hagas, aunque escribas la Divina Comedia, seguirás siendo alguien muy ridícula, muy melancólica, pintoresca y graciosa durante unos minutos, fatigante y atrozmente aburrida en la convivencia diaria.

[Alejandra Pizarnik, Diarios


***

4 comentarios:

Angeek dijo...

Lo cotidiano no era para ella.

Saludos Marichuy

Aurore Dupin dijo...

¡Por los clavos de Cristo! Alguien debió salvar a esta pobre alma que tanto sufrió por usar la cabeza. ¿Para qué tantas angustias intelectuales, corporales y anímicas cuando podemos ser salvos y calmos por la fe, la certeza, la explicación más asequible? ¿Por qué afligirnos acerca de la miseria y el misterio de la otredad, cuando a nosotros nos tocó el falo -perdón, el dedo, me fui a una reminiscencia pagana griega- de Dios? ¿Por qué cuestionar cuando todo ya ha sido explicado? ¿Para qué crear con la mente lo que el señor en su sabiduría ya hizo para gozo de los hombres? ¿Por qué martirizarse con elecciones racionales cuando soy el elegido de la matriz y de la Matrix, cuando todo el universo puede cambiar según mis actitudes y deseos? Por eso esa pobre mujer acabó loca, loca, ¡loca! No se casó, no tuvo hijos, como mandan las buenas costumbres. Anduvo de loca en París, así quién no se va a perder del camino.

marichuy dijo...

Angeek

No. Creo que se equivocó de tiempo y lugar. Ella estaba sobrada para muchas cosas.

Saludos

marichuy dijo...

Querida Aurore

Quién pudiera perderse así. Sin remordimientos ni miedos... ni nada.