Estoy llorando y no sé porqué. Lloro como hace mucho tiempo no hacía. Lágrimas silenciosas, copiosas, cubren mi rostro y nublan mi vista mientras las últimas imágenes del film se repiten, una y otra vez, al compás de mi accionar sobre el control remoto del dvd. Lloro porque recuerdo; lloro por lo que no he llorado aún sintiendo la necesidad de hacerlo. Lloro por lo que fui y nunca más volveré a ser; lloro por lo que no fue... pudiendo ser. Lloro porque, como en Marguerite Duras, muy pronto en mi vida fue demasiado tarde. Lloro porque esas son también las notas del Chopin más triste de mi vida. Lloro porque la voz de Jeanne Moreau me conmueve hasta el fondo, remueve mis entrañas y saca desde el rincón de mi olvido aquello que había decidido no recordar más... lloro porque sí...
“El había venido... estaba sentado en el auto, detrás, apenas visible, abatido. [...] Ella estaba acodada en la borda, como la primera vez en el transbordador. Sabía que la miraba. Ella también le miraba. [...] Y luego, ya no le veía pero seguía mirando hacia la fortaleza del auto negro. Y después, al final, ya no le vio. El puerto se desdibujó y, después, la tierra. [...] Esa noche, perdida entre noches y noches, se produjo el estallido de un vals de Chopin en el salón principal, la música se propagó por todas partes, como una exhortación del cielo, como una orden de Dios de la que se ignoraba el contenido... y la joven lloró porque pensó en el hombre de Cholen y de repente no estaba segura de no haberle amado con un amor que le hubiera pasado inadvertido por haberse perdido en la historia como el agua en la arena y que lo reconocía sólo ahora en este instante de la música lanzada a través del mar. [...] Años después de la guerra, después de las bodas, de los hijos, de los divorcios, de los libros, llegó a París con su mujer. Él le telefoneó […] Estaba intimidado, tenía miedo como antes. de pronto, su voz temblaba. Y con el temblor, ella evocó el acento de la China […]. Y después ya no supo qué decirle. Y después se lo dijo. Le dijo que era como antes, que todavía la amaba, que nunca podría dejar de amarla, que la amaría hasta la muerte”.
El amante / Marguerite Duras
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9 comentarios:
Llorar alivia, drena el dolor. Dicen. Tal vez. Pero también seca, endurece, ese músculo rojo llamado corazón... poco a poco, lágrima a lágrima... hasta el final.
No llore Marichuy, por favor no llore.
Hay quienes nos quebramos con facilidad al ver a otro ser humano llorar. Si yo pudiera le traería a Nureyev en persona, su gran amor. Si yo pudiera le regalaría un concierto privado con la música más bella. Si yo pudiera le mandaría asesinar a todos los del PAN y del PRI y del PRD y los que usted quisiera. Si yo pudiera le pintaría los cuadros más asombrosos; le escribiría los libros más maravillosos; haría los films más geniales y se los dedicaría; le haría los platillos más ricos; cultivaría las flores más hermosas.
Si yo supiera rezaría. Ave Maria
No llores Marichuy, que me partes el alma y ahora mis lágrimas acompañan a las tuyas. Ó llora, llora mucho... Y DESPUÉS POR FAVOR SONRIE.
(qué bello el comentario de Quantum)
yo también querría llorar contigo, como recetaba girondo: llorar a lágrima viva, llorar a chorros...
un abrazo, mi muy querida mía
Quantum
Hombre, gracias¡! Pero ni se le ocurra decirlo, esos sujetos (los remedos de políticos mexicanos), no merecen mis lágrimas... acaso mi rabia e impotencia. Así que tampoco merecen delinquir por su causa, ni siquiera en la imaginación.
Qué lindo, por todas esas cositas que te gustaría poder hacer. Gracias.
Soy chillona, sin remedio. Y aunque creo que de tanto hacerlo, quizá un día me halle incapaz de ello, debo admitir que las lágrimas depuran.
Saludos
PS Gracias por María Callas
Gracias, querida Bichito
En eso Oliverio Girondo tenía razón: cuando se llora hay que hacerlo así, a lagrima viva, a chorros y sin preocuparse por el decoro (pero de preferencia en soledad).
Un abrazo fuerte
jeje, ya me hice camotes, fue aquí y no en melange.
Tu me entiendes
Saludos
José
Sí, creo que te entiendo.
Saludos again
Lágrimas de amor y desamor, la más íntima prueba de que persisten...
Besos con sal (de lágrimas).
Confieso que me hiciste llorar.
Anónimo
Gracias por tu comentario; aunque no sé, quizá deba sentirme mal por hacerte llorar.
Saludos
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