septiembre 02, 2009

la otra marguerite

Hay escritores cuya vida es como una novela… más rica e intensa que sus propias novelas escritas. Una vida hilvanada por la sucesión de hechos casi fantasiosos; tocada por la melancolía, la desgracia, el azar, el demasiado amor o su falta total y también, el dolor. Lo he repetido en incontables ocasiones, es recurrente en mí pensar en una cita -cuya autoría primigenia, no estoy segura si corresponde a Jorge Luis Borges o algún otro escritor- referida al ámbito en que se desenvuelve un escritor. Y a estas alturas ya no sé cómo era la cita original pues siempre que vuelvo a ella, como si de un juego de teléfono descompuesto se tratara, la encuentro con algún nuevo agregado; no obstante, su esencia se mantiene más o menos igual:
 
"La dicha no da para buenas historias porque la literatura se construye, casi siempre, desde la carencia"
  
Esta frase podría retratar a tantos escritores bien amados; por ejemplo (y creo que con absoluta fidelidad) a Marguerite Duras; quien desde niña soñaba con ser escritora para poder crearse, a través de las letras, una vida mejor. Y fue precisamente esa vida marcada por el infortunio antes que por la dicha, lo que la llevó a convertirse en la autora fragmentada, desnuda e intensa que dejan ver sus libros.

La primera vez que leí El Amante, yo era demasiado joven para apreciarla; ante mis ñoños ojos adolescentes, la novela parecía tan cruda como seca; desprovista de las florituras típicas del llamado "realismo mágico". El amor de aquella jovencita francesa -pobre y hermosa- con el elegante y acaudalado hombre chino quince años mayor que ella, era lo opuesto a las historias rosas. Sólo al crecer y experimentar mis propios infortunios (amorosos y de los otros), pude entender a cabalidad lo que encerraba esa pequeña novela, conectarme con la precoz pasión experimentada por esa jovencita; con su dolor de hija no querida por su madre, con su amor y ternura hacia su hermano pequeño y el rencor por el mayor; con su intenso dolor cuando el hombre que decía amarla por obre todas las cosas, la deja para casarse con otra, estremecerme con las notas del Chopin más triste de nuestras vidas (la de Margarite y la mía), hasta comprender que los más grandes amores son también, la mayoría de las veces, los más desgraciados e irrealizables.

Y sin embargo… después de aquella joven pasión, Marguerite experimentó un amor aún más fantástico que el vivido en la Indochina Francesa. A los 64 años, fue capaz de despertar un gran amor en un tímido estudiante de filosofía (Yann Andréa), casi cuarenta años más joven que ella. Dice Andréa que empezó a amarla a través de sus libros, amando cada una de sus letras, bebiéndose sus historias, leyéndolas una y otra vez, hasta convertirse, primero en su lector absoluto y más tarde en su amante absoluto. Fueron 16 años de amor por una Marguerite enfermiza, cuya alma cargaba pesares y oscuridades, mientras su cuerpo y rostro reflejaban el inmisericorde efecto del tiempo, la enfermedad, los excesos y el dolor.

Una historia de amor como de novela, casi rosa y con final casi feliz, más aún cuando la melancolía se volvió perenne acompañante de ese hombre de ojos tristes, tras la muerte de Marguerite en 1996.

“Hallarse en un agujero, en el fondo de una agujero, en una soledad casi total y descubrir que sólo la escritura te salvará. No tener ningún argumento para el libro, ninguna idea de libro es encontrarse, delante de un libro. Una inmensidad vacía. Un libro posible. Delante de nada. Delante de algo así como una escritura viva y desnuda, como terrible, terrible de superar. Creo que la persona que escribe no tiene idea respecto al libro, que tiene las manos vacías, la cabeza vacía, y que, de esa aventura del libro, sólo conoce la escritura seca y desnuda, sin futuro, sin eco, lejana, con sus reglas de oro, elementales: la ortografía, el sentido." Marguertite Duras Escribir Tusquets Ed.
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Es una pena no poder repetir la historia de Yann Andréa y no haber tenido la posibilidad de decirles a Julio Cortázar, George Sand, Marguerite Yourcenar y por supuesto, a la Duras (entre muchos escritores y escritoras), cuánto los amo.

23 comentarios:

Aurore Dupin dijo...

Queridísima:

"El amante" de Duras tiene ese dejo de pasiones violentas -en todos sus caleidoscópicos aspectos- que sólo es accesible para los que han recorrido la vida.

Me has matado con esto.

Besos muertos.

El cola E´Flecha dijo...

"Happines in intelligent people is the rarest thing I know"

Decia Hemingway, otras palabras para lo mismo.

Yo solo vi la película cuando era joven y menso, me encantó absolutamente Ann March, estaba bien requete sexy... Rayos, en que cosas ando pensando... Jajaja

Anónimo dijo...

Hola Marichuy! quize encontrar algo mas extenso sobre el libro que mencionas... y nada! creo que lo tendre que comprar...
ya que solo el titulo es bastante sugestivo...
y pienso igual que tu... la vida de los escritores debe de cierta forma ser mas intensa... la tuya lo es mi querida Marichuy?
y como dice Marguerite Duras: "Yo no tengo idea, sólo tengo palabras y silencios..."
por cierto los mís se estan volviendo mas recurrente s y extensos
upss!
besos insonoros
:(

MauVenom dijo...

Para mí El Amante es un libro que despierta consciencia

te hace saber cosas de ti mismo que quizá pensabas inexistentes o al menos, no tan fuertes

da miedo y a la vez es atrayente

todos quisiéramos esa experiencia de alguna forma

según yo

marichuy dijo...

Querida Aurore

Pues sí, creo que la pasión violenta abarca desde la forma en que el hermano mayor los trata a ella y a Pual (el hermano pequeño), el confeso desamor de su madre, hasta, claro, la manera en que ellos se aman.

Eso pienso yo: hay que tener cierto camino recorrido (y uno que otro descalabro) para conectarte bien con la historia.

Besos vividos

marichuy dijo...

Ana

Te regalo este fragmento final del libro (y de la película):

“Años después de la guerra, después de las bodas, de los hijos, de los divorcios, de los libros, llegó a París con su mujer. Él le telefoneó […] Estaba intimidado, tenía miedo como antes. […]. Y después se lo dijo. Le dijo que era como antes, que todavía la amaba, que nunca podría dejar de amarla, que la amaría hasta la muerte”.

Harta intensidad y contención al mismo tiempo, mi querida Ana... ahí está lo difícil.

Besos mañaneros

PS Escribe sobre tus recuerdos

marichuy dijo...

Abraxas

Te vamos a robar esa frase y la vamos poner en este blog (y en el otro), para que ya no nos critiquen por hablar de puros infortunios, jeje.

Jane March encarna una sensualidad muy perturbadora, es sexy e inocente al mismo tiempo.

marichuy dijo...

Mau

Pienso igual, pero uno no se da cuenta hasta que pasa el tiempo y vas viviendo experiencias no tan dulces (bueno, depende de la edad en que lo leas).

Las pasiones humanas, en toda su gama de posibilidades (como bien dice Aurore), se despliegan sin ningún atenuante.

Ups, yo también habría querido vivir algo así de intenso, aunque no sé si a los 17 lo habría podido encarar.

Saludos

Anónimo dijo...

Marichuy:

Me diste en dónde más me duele, El amante, versión uno y versión dos, la película y la vida de ella, es de las más hermosas novelas que he leído en mi vida, tal vez porqué es real como la misma escritora, porqué es ella retratada en sus letras.

Un día lo platicamos ¿Te acuerdas? El final, cuando él llama a su casa, solo de pensarlo se me pone la piel chinita en verdad, es la escena, la parte de la novela que termina conmigo, es la pasión de un hombre que nunca olvidó a la niña que tuvo en sus brazos.

Gracias por escribir de Marguerite Duras, el día de hoy, siempre es un placer recordar a esta hermosa mujer. Si pudiera expresar el sentimiento ante una escritora del tamaño de ella, si, lo comparto es amor.

Un abrazo

Dilbertina

Sue dijo...

No he leído El amante, pero está claro que debo hacerlo. Me he quedado prendada de curiosidad.
Muy cierto eso de que siempre se escribe desde la carencia.

Un saludo.

Kyuuketsuki dijo...

Yo no conocía esta historia. Por eso me encanta visitar tu blog; siempre encuentro algo nuevo y me vuelvo un poquito menos ignorante.

Me hubiera gustado mucho que Cortázar escribiera una historia con ese argumento...

Anónimo dijo...

Marichuy te dejo un regalo, no me deja poner el link, perdón por los derechos de autor:

El tren a Burdeos
[Cuento. Texto completo]

Marguerite Duras
Una vez tuve dieciséis años. A esa edad todavía tenía aspecto de niña. Era al volver de Saigón, después del amante chino, en un tren nocturno, el tren de Burdeos, hacia 1930. Yo estaba allí con mi familia, mis dos hermanos y mi madre. Creo que había dos o tres personas más en el vagón de tercera clase con ocho asientos, y también había un hombre joven enfrente mío que me miraba. Debía de tener treinta años. Debía de ser verano. Yo siempre llevaba estos vestidos claros de las colonias y los pies desnudos en unas sandalias. No tenía sueño. Este hombre me hacía preguntas sobre mi familia, y yo le contaba cómo se vivía en las colonias, las lluvias, el calor, las verandas, la diferencia con Francia, las caminatas por los bosques, y el bachillerato que iba a pasar aquel año, cosas así, de conversación habitual en un tren, cuando uno desembucha toda su historia y la de su familia. Y luego, de golpe, nos dimos cuenta de que todo el mundo dormía. Mi madre y mis hermanos se habían dormido muy deprisa tras salir de Burdeos. Yo hablaba bajo para no despertarlos. Si me hubieran oído contar las historias de la familia, me habrían prohibido hacerlo con gritos, amenazas y chillidos. Hablar así bajo, con el hombre a solas, había adormecido a los otros tres o cuatro pasajeros del vagón. Con lo cual este hombre y yo éramos los únicos que quedábamos despiertos, y de ese modo empezó todo en el mismo momento, exacta y brutalmente de una sola mirada. En aquella época, no se decía nada de estas cosas, sobre todo en tales circunstancias. De repente, no pudimos hablarnos más. No pudimos, tampoco, mirarnos más, nos quedamos sin fuerzas, fulminados. Soy yo la que dije que debíamos dormir para no estar demasiado cansados a la mañana siguiente, al llegar a París. Él estaba junto a la puerta, apagó la luz. Entre él y yo había un asiento vacío. Me estiré sobre la banqueta, doblé las piernas y cerré los ojos. Oí que abrían la puerta, salió y volvió con una manta de tren que extendió encima mío. Abrí los ojos para sonreírle y darle las gracias. Él dijo: "Por la noche, en los trenes, apagan la calefacción y de madrugada hace frío". Me quedé dormida. Me desperté por su mano dulce y cálida sobre mis piernas, las estiraba muy lentamente y trataba de subir hacia mi cuerpo. Abrí los ojos apenas. Vi que miraba a la gente del vagón, que la vigilaba, que tenía miedo. En un movimiento muy lento, avancé mi cuerpo hacia él. Puse mis pies contra él. Se los di. Él los cogió. Con los ojos cerrados seguía todos sus movimientos. Al principio eran lentos, luego empezaron a ser cada vez más retardados, contenidos hasta el final, el abandono al goce, tan difícil de soportar como si hubiera gritado.

Hubo un largo momento en que no ocurrió nada, salvo el ruido del tren. Se puso a ir más deprisa y el ruido se hizo ensordecedor. Luego, de nuevo, resultó soportable. Su mano llegó sobre mí. Era salvaje, estaba todavía caliente, tenía miedo. La guardé en la mía. Luego la solté, y la dejé hacer.

El ruido del tren volvió. La mano se retiró, se quedó lejos de mí durante un largo rato, ya no me acuerdo, debí caer dormida.

Volvió.

Acaricia el cuerpo entero y luego acaricia los senos, el vientre, las caderas, en una especie de humor, de dulzura a veces exasperada por el deseo que vuelve. Se detiene a saltos. Está sobre el sexo, temblorosa, dispuesta a morder, ardiente de nuevo. Y luego se va. Razona, sienta la cabeza, se pone amable para decir adiós a la niña. Alrededor de la mano, el ruido del tren. Alrededor del tren, la noche. El silencio de los pasillos en el ruido del tren. Las paradas que despiertan. Bajó durante la noche. En París, cuando abrí los ojos, su asiento estaba vacío.

FIN

marichuy dijo...

Querida Dilbertina

Anoche me estaba acordando de ti; el tema (sé que ya lo he tocado) me apasiona mucho y el fin de semana -cuando estaba en mi plena crisis- volví a sus letras, "El Amante" y "Escribir"

La forma en que describe la soledad del escritor frente a la pagina del libro, es la misma soledad de ella, la joven mujer, aquella noche cuando volvió a Francia y en el barco por fin pudo desahogarse, llorando al escuchar las notas de Chopin… uff me pegó durísimo.

“Hallarse en un agujero, en el fondo de una agujero, en una soledad casi total y descubrir que sólo la escritura te salvará"

Un abrazo y muchas gracias

marichuy dijo...

Sue

Es cuestión de gustos, pero a mi me parece una gran novela; pequeña y fuerte.

Carencias, las tenemos... ya sólo nos falta poder escribir (hablo de mí).

Saludos y gracias

marichuy dijo...

Kyuuketsuky

Lo que vuelve aún más impactante al "El amante", es saber que fue una historia real.

¿Cortázar? Suena a un experimento extraño, pero muy interesante.

Saludos y gracias

marichuy dijo...

Mi querida Dilbertina


Qué gran regalo me has dado. Muchas gracias

Un abrazo

Allek dijo...

hola! pasaba a invitarte a pasar a mi caja!
un abrazo !!!

Anónimo dijo...

Supongo que la vida del artista difiera de la del artesano en la intensidad y lo vanguardista de su propia existencia. Amén de que esas cosas no se hacen con la intención de notoriedad, sino por ánimo explorador o convicción de estar en el momento y circunstancia indicados para vivir de un modo poco ortodoxo

Unicornio dijo...

Hola!
Aquí, de carreras, pasando para disfrutar de sus escritos.

La frase que se atribuye a Hemingway, es de las que me da cosquillas en el Espiralado Cuerno (los Unicornios piensan que si alguien NO puede ser feliz, entonces quizás no es tan inteligente... ya lo mencionó alguna vez Borges).

Claro, puede atribuirse a toda la parafernalia trágica del destino... pero suponemos que la verdadera inteligencia consiste en modificar el entorno (incluso social y emocional) a nuestro favor.

Caray. El tema daría para un post completo. Ya me pusieron a pensar en el siguiente (y que no vuelva a tratar de música, jeje!).

Un saludo afectuoso (y feliz!) de parte del

sonriente Caballo con Cuerno Rascado...

marichuy dijo...

Doctor Gurma

Vaya usted a saber cuál es el motivo real de la creación, literaria en este caso. Lo cierto es que también debe haberlos, cuyo único motivante sea justo lo que usted menciona: lograr notoriedad.

Saludos

marichuy dijo...

Unicornio

Bueno, supongo que son concepciones distintas, tanto de la vida como del significado de la felicidad y hasta de lo que se entiende por inteligencia, no?

Y créame, el blogger que nos compartió esa frase es especialista en Ernest Hemingway.

Saludos

Unicornio dijo...

Eso sí, Marichuy. Y más con esto de que ya existen "n" tipos de inteligencia: intelectual (?), emocional, social, ... al rato hasta inteligencia culinaria (y no es albur!) van a proponer.

(Y yo me apuntaría con unos inteligentísimos tamales de elote con atole champurrado con canela, mmhhh!!)

Del buen Ernest Hemingway sólo he leído como 3 obras, pero alguna vez escuché la frase de marras (si mal no recuerdo)... y me hizo cosquillas en el pensamiento. Quizás porque, en el fondo, es verdad (muchos compañeros intelectuales, tanto científicos como artistas, padecen de esa condición: no saben sonreír, fácilmente, ni con naturalidad).

En fin, es un gusto leerle.

Con los mejores deseos por un grato fin de semana, se despide por el momento,

el risueño Equino con Cuerno...

marichuy dijo...

Unicornio

Pero qué solemnes somos aquí; en cambio allá con nuestras amigas Las Tres, bien que andamos exhibiendo nuestros gustos cinematográficos Non Santos.

Decía mi maestro de física -en la Secundaria- que la inteligencia sin sensibilidad, era como ser una maquina. Y pues en ese tenor, los seres sensibles, por muy inteligentes que sean, generalmente son harto sufrientes.

Un saludo